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DUELO ANTE LA IGLESIA

“La diferencia reside en que el historiador dice lo que ha acontecido, el poeta, lo que podría acontecer.”
Aristóteles, Poética, 1451b.


Estos dos films, Spotlight (Thomas McCarthy, 2015) y El club (Pablo Larraín, 2015), dirigen sus miradas, una testimonial y otra más poética, reclamando la atención sobre el encubrimiento de pederastas, por parte de cúpulas jerárquicas de la iglesia católica, para evitar que los casos estallen mediáticamente dañando la imagen de la institución. El primer film recrea, ciñéndose en gran medida a los hechos reales, una investigación periodística del Boston Globe, que tuvo una repercusión global y recibió el premio Pullitzer en 2003; mientras que el segundo se inspira en varios casos reales similares, resumiéndolos en uno de los posibles hogares de reclusión mantenidos por la Iglesia en Chile. De esta manera, los films estadounidense y chileno plantean dos diferentes perspectivas sobre un mismo asunto: al abordaje periodístico de investigación, centrándose en el entramado político que camufla el caso social y mediáticamente; y la intromisión en el espacio íntimo de esos hogares, permitida por la licencia de emplear un escenario y casos ficticios.

Ambos casos forman un entramado ficticio, pero el marco narrativo de Spotlight está delimitado por los acontecimientos reales. Al margen de las licencias narrativas que pueda contener el relato, el mayor énfasis del film se respalda en la veracidad del fondo argumental, representando la perspectiva periodística. Ésta incluye testimonios en primera persona de los abusos sexuales. Las experiencias vividas por las víctimas, son el punto de partida de Spotlight. A raíz de las mismas y en base a las evidencias, como los registros de sacerdotes trasladados y las negativas a colaborar por parte de políticos con poder en la ciudad, la trama se estructura para ir desvelando claves del caso invitando al espectador a ir atando cabos al ritmo que marcan los periodistas, en busca de calcular la cantidad de posibles casos y el grado de complicidad de dirigentes con poder para ocultarlos.


Spotlight (Thomas McCarthy, 2015) ©Anonymous ContenteOne Films Spain.


Aunque el punto de partida que propicia la indagación en El club, también es el testimonio de una víctima, por desencadenar un asesinato y la posterior visita de un supervisor; reciben mayor relevancia los testimonios de los abusadores: ante la única víctima presente, los testimonios de los numerosos sacerdotes ocupan extensamente la narración. Son testimonios íntimos, pues públicamente estos personajes actúan como si no tuvieran relación con su pasado. Se contentan con llevar unas vidas tranquilas sin molestar a nadie, a cambio de olvidar su pasado, algo que para las víctimas es implanteable por la marca que deja en sus vidas, como demuestra la desidia e impotencia con que Sandokán lleva su vida, resignado al reconocer al agresor de su infancia como uno de sus nuevos vecinos. Es el padre García (Marcelo Alonso), jesuita enviado para atender a la situación y cerrar el hogar, quien empuja a los sacerdotes a confesar o a explicar sus puntos de vista y mostrar que no hay en ellos arrepentimiento alguno, por lo que comienza a proceder para quitarles la manutención por parte de la iglesia. Contrasta con Spotlight, en que los testimonios de esta última son de  numerosas víctimas, mientras los abusadores no reciben voz debido a su inaccesibilidad para los periodistas. Solo uno de ellos es localizado y al ser preguntado por una de los periodistas, Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams), reconoce sus acciones tranquilamente. Inmediatamente la periodista es despachada por una familiar del ex-sacerdote, del cual se ven signos de senilidad. Ambos planteamientos muestran la normalidad con que estos hombres reconocen impúdicamente sus acciones, pero con diferentes matices: Spotlight se centra en resaltar que la propia sociedad e incluso los mismos periodistas, no le prestaron suficiente atención al entramado político, por asumido que se trataba de casos aislados, como si estuviera cargando con parte de la culpa a los periodistas o incluso a la sociedad. Mientras que el acercamiento realizado en El club muestra con detalle las escabrosas identidades que son protegidas, describiendo qué es lo que se tapa, algo que en el film estadounidense es invisible, únicamente accesible a través del trauma de las víctimas.


El club, (Pablo Larraín), ©Fábula Producciones.


El Club se toma libertades no solo narrativas, sino también visuales al tirar de imágenes a contraluz. La luz cegadora inunda los planos y difumina la fotografía,   jugando con lo que la luz deja ver y lo que se oculta tras las sombras, entretejiendo los posibles espacios que quedan difusamente intermediando entre ambos espacios: luz y oscuridad. Acerca a una polaridad de discursos, en los que cada personaje representa toda una perspectiva que se contrapone con los demás. Así tenemos al pederasta que justifica su condición sexual apoyándose en que, es justo recordarlo, no llegó a cometer abuso alguno reprimiendo sus deseos, pero su alardeo al respecto da signo de que no aborda el problema debidamente para su estado mental. Cada uno de estos sacerdotes chilenos es resumen de casos reales con vinculación de la Iglesia católica de Chile, incluido su vínculo y favor del régimen militar de Pinochet. En Spotlight vemos como los lazos de la Iglesia llegan a personajes importantes del engranaje político de la ciudad de Boston, pero siempre con un halo de corrupción envolviendo los ambientes en los que estos personajes se encuentran. en El club no vemos a esos cómplices externos, lo que interesa a su narración es lo que se oculta públicamente: se expone directamente la historia de esos personajes aislados y protegidos por la Iglesia Católica para no mancillar su imagen, al mismo tiempo que vemos a la figura del supervisor jesuita que acude para subsanar las acciones de su propia institución y estudiar si corresponde el cierre del hogar, anteponiendo los intereses del conjunto social al propio.

En la recopilación de información periodística de Spotlight entra en juego la presunción de que solo se destapa la información que a los implicados les interesa dar a conocer. La cuestión desplegada en la investigación es si realmente son manzanas podridas que han recibido protección ocasional, o si son una parte considerable y establecida dentro de la institución. Esa es la cuestión que se realiza el nuevo jefe del Boston Globe, Marty Baron (Liev Schreiber) invitando al equipo de reportajes a centrarse en el asunto: solo habría noticia si no eran casos individuales, sino que sistemáticamente se cometían y eran inmediatamente encubiertos, lo cual era exactamente lo que estaba sucediendo. Pero puede en ello caerse en un ejercicio de prestidigitación: al demostrarse tanto los abusos como las protecciones sistemáticas, que tenían lugar exclusivamente en Boston, la veracidad del film podría entenderse como limitada a unos casos concretos en una ciudad concreta, cuando la sistematización de estos procedimientos es internacional. Al suceder los acontecimientos narrados en El club en una ciudad indefinida, (incluso juega con la indefinición geográfica al situar, para facilitar el rodaje, los amaneceres en el lado del mar en lugar de en la cordillera) sugiere que esto puede estar ocurriendo en cualquier lugar, incluso en cualquier otro país.


Spotlight (Thomas McCarthy, 2015), ©Anonymous ContenteOne Films Spain.

Spotlight busca, con el reclamo de rostros mundialmente conocidos, atraer la atención a un ‘hecho histórico’ (en el sentido en que es un suceso real de nuestra historia), mientras que el caso de El club, a riesgo de ser acusado de exageración, de invención y de generalización, señala una realidad: el consentimiento de crímenes con instituciones como la Iglesia y el Ejército, con la complicidad de poderes, internos al gobierno y al sistema judicial; pero permitiéndose la libertad de profundizar en la psicología de los abusadores, sin escapar de sus márgenes de verosimilitud. El lenguaje visual  es más simbólico en el film chileno, mientras que el estadounidense al apostar por una recreación de los hechos, amparándose en el subtítulo de “basado en hechos reales”, elige una estética sobria y pulcra, construyendo un ambiente de mayor seriedad. Ambas opciones denuncian una misma o similar injusticia: Spotlight consigue con gran profesionalidad dar una mayor difusión a un escándalo que mundialmente ha podido caer en el olvido. Mientras que en El club la profundización emocional, al implicarse con la situación de unos abusadores, de un abusado y también de un supervisor que llega para impartir justicia; tomando como inspiración parte de casos reales, pero sin buscar evidenciar cuánto de verdad contiene el relato, la denuncia del film es más un recordatorio de lo que puede aún estar sucediendo o por suceder. Ambos son trabajos magníficos, pero hechos con distinto material, utilizando distintas herramientas y con un resultado diferente: Spotlight aspira a la profesionalidad y fidelidad, reproduciendo las labores de un entramado periodístico; mientras El club se recrea en las emociones, unas veces enfrentadas y otras veces ausentes, que pueden tener lugar, acercándose a las mentes de los recluidos, sin justificación alguna, pero mostrando qué es lo que se protege a cambio de salvaguardar la imagen, proponiendo incluso la posibilidad de la limpieza interna; pero sobre todo, mostrando cómo estos reclusos, se justifican en sus respectivas posiciones. Al acercarse El club a las justificaciones de estas personas, ahonda en las circunstancias y razones por las cuales tienen lugar estos lugares protegidos, en los cuales los criminales disfrutan plácidamente de una consentida inmunidad.

El club, (Pablo Larraín), ©Fábula Producciones.

 De aquí que la poesía sea más filosófica y más digna que la historia, pues la poesía hace afirmaciones universales, mientras que las de la historia son particulares.”
Aristóteles, Poética, 1451b.

Cuando Aristóteles incide en el rol del poeta, en términos de la antigua Grecia, se refiere a la ficción, entonces cantada, transmitida por generaciones y con fines educativos. En contraste con la historia que, a raíz de la escritura, plantea la prosa como simplificación para registrar hechos históricos para futuras generaciones. Trasladando las palabras de Aristóteles al ámbito cinematográfico, podemos decir que es más susceptible de albergar posibilidades filosóficas un guion original, que una adaptación que toma como fuente hechos reales. Mientras Spotlight es testimonio aproximado de algo que sucedió, de un hecho real, histórico y que puede considerarse limitado exclusivamente a un momento y un lugar concretos; El club da testimonio aproximado de unos acontecimientos, que sin corresponder con un momento y lugar concretos, pretenden acercarse a lo que ha sucedido, puede estar sucediendo o estar aún por suceder.

Luis N. Sanguinet




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