ANIMALES NOCTURNOS

(Tom Ford, 2016)

THRILLER EN LO COTIDIANO

“¿Nunca has sentido que tu vida se ha convertido en algo que no pretendías?”

El segundo trabajo del diseñador Tom Ford, vuelve a retratar inquietudes de altas esferas ante las convenciones sociales como en A Single Man, pero poniendo ahora una mirada alejada de la redención y centrada en la angustiosa egolatría que domina el imperio de la superficialidad. La protagonista, Susan Morrow (Amy Adams), es una galerista de arte que tomó en su vida una bifurcación: dejó a su primer esposo Edward Sheffield (Jake Gylenhaal), un escritor de futuro tan incierto como despreocupado, por un afamado médico, Hutton Morrow (Arnie Hammer), junto al cual cumple todas las expectativas en base a las cuales hizo su apuesta de futuro: no pasar apuros económicos y gozar de un garantizado prestigio social. Como ella misma reconoce, a cambio paga el precio de teñir su vida con falsas apariencias. Tras veinte años de aquella ruptura y sin contacto desde entonces, Edward envía a Susan su primera novela antes de publicarla, convirtiéndola en primera lectora de la versión definitiva. Este obsequio, que funciona en parte como catarsis liberadora sobre las acciones del pasado, pone en marcha un ajuste de cuentas emocionales: Edward expone en su novela el daño sufrido, transformándolo en una perversa y violenta historia de suspense, en la cual el padre de una familia acomodada, es incapaz de evitar las desapariciones de su esposa e hija. Al leerla, Susan detecta cómo su vida ha devenido en lo contrario de lo que buscaba, replanteándosela por completo.

El texto escrito, titulado Animales nocturos, es visualizado según los parámetros de Susan: poniendo al protagonista Tony, el rostro de Edward en los años en que estuvieron juntos. Con esto que tenemos un montaje en paralelo que compagina dos argumentos independientes: la novela de Edward, un thriller noir de detectives con las extensas carreteras y el hostil desierto texano de fondo, en el que los amplios paisajes abiertos acentúan el desamparo y fragilidad del protagonista masculino; y la vida de Susan, un tenebroso y frío drama, en el que los colores pálidos, principalmente azules y grises, dominan los escenarios, realzando la frialdad y frivolidad en que se desenvuelve la vida de la protagonista femenina. Si la primera historia sigue una linealidad clásica, la segunda reproduce un collage de flashbacks que aparecen de manera intermitente, según Susan va conectando la lectura, con las porciones de su vida compartidas con el escritor.

“¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar para que se haga justicia?”

Sheriff Andes.

Tal complejidad narrativa, hace que se distingan tres universos diegéticos: la novela leída por Susan, el presente de Susan y en último lugar, su pasado; compartiendo todos ellos lugares comunes, y conexiones que activan nuevos significantes, como los espejos que remiten a la dualidad de los personajes, que se debaten entre lo que han sido y lo que son, y a las vidas alternativas que ambos personajes dejaron atrás en su divergencia. También se comparten los prejuicios sociales y las diferencias de aspiraciones personales, tanto en la relación de pareja como en los dos grupos que, en la novela, tienen el encuentro nocturno. Un acompañamiento entre trivialidades y miedos psicológicos, que la acerca estética y narrativamente a Lost Highway de David Lynch, al jugar con desvelar terrores camuflados por la superficialidad cotidiana, revelando la falta de escrúpulos de una América profunda que, sucia y polvorienta, se esconde en escondidos parajes inhóspitos. Compartiendo ligeramente recursos con Lynch, aquí la noche también juega un rol esencial: el personaje escrito por Edward, avanza en la historia alternando noche y día: reservando la noche para los momentos de desesperación y los días para intentar aliviar la tensión y arrojar luz sobre el misterio, empujado por su mentor, el Sheriff Bobby Andes (Michael Shannon) hacia sus pulsiones más oscuras para las cuales, en principio, no está preparado. Por el otro lado, la historia de Susan se desarrolla en ambientes oscuros: en las jornadas nocturnas de insomnio en que se desarrolla la lectura. Cuando la vemos en su jornada diurna está en escenarios interiores, lejos de la luz natural, protegida por ventanas opacas y en días nublados y grisáceos. Tan solo en los recuerdos con Edward aparecen los días luminosos de Susan hasta que, precisamente en un lluvioso recuerdo, aquella historia de amor comienza a torcerse.

La deconstrucción de los relatos entrelazados exige una reordenación investigadora de los acontecimientos representados, en que ambos protagonistas, en sus respectivas historias, encuentran minimizados sus sentimientos, subrayando sus debilidades emocionales, pero con drásticas diferencias en su resolución, cerrándose una de las historias por el día y la otra, por la noche, marcando el rumbo que ambos protagonistas deciden emprender. El relato escrito por Edward nos deja una catarsis planificada durante años de trabajo intelectual, que aumenta sus significados al entrar en juego la realidad de Susan, introduciendo en el complejo argumental los límites de la venganza y de la necesidad o contingencia de su consumación. Un thriller psicológico que al margen de alegorías, nunca se despega de la cotidianeidad, estableciendo los códigos y parámetros para convertir el interior vacío de lo ordinario y la rutina, en su aspecto más terrorífico.

Luis N. Sanguinet