Trumbo
MadMax
Dunkirk
(Fernando Trueba, 2016)
UN RETRATO DE LOS CINCUENTA


Años cincuenta: tras el reciente acercamiento político entre Estados Unidos y España con los pactos de Madrid de 1953 -en contra del sentir de los representantes políticos europeos-, se produce el desembarco de Hollywood en tierras españolas, con ejemplos como Orgullo y pasión, o las superproducciones de Samuel Bronston. En este escenario, retoma Fernando Trueba a los personajes de La niña de tus ojos (1998), usando entonces el trabajo de un equipo artístico para representar la colaboración de la España franquista con la Alemania nazi; y haciéndolo ahora para referirse al acercamiento interesado del equipo de Eisenhower, encontrando en el comunismo un enemigo común y en el fascismo que combatieron diez años antes, en su versión española, un mal menor. En esta España, coinciden los regresos de los dos protagonistas por circunstancias distintas: Macarena Granada (Penélope Cruz) llega tras haber alcanzado la fama (y nacionalidad) estadounidense, para rodar una superproducción; mientras Blas Fontiveros (Antonio Resines) llega clandestinamente al país, tras haber sido dado por muerto, después del desolador panorama que afrontaba al final de la anterior entrega. Este punto de partido le transfiere un peso dramático que domina, más que en aquella, por encima de los alivios cómicos de esta tragicomedia, siguiendo así los pasos de un guionista polaco que las apañó en Hollywood.

"Me esforzaba porque mis películas fueran originales, nuevas, porque algunas personas se rieran y otras no, pero que todas se conmovieran al verlas."
Billy Wilder


Los motivos y estructura narrativa siguen la línea ya marcada por el film anterior, pero, apoyado en la banda sonora de Zbigniew Preisner, se construye un ambiente más nostálgico, en el que todos los personajes parecen haber perdido algo por el camino, durante ese lapso de dieciocho años, tras el cual ven frustradas sus ilusiones a futuro de antaño, propiciado por el fracaso de la coproducción hispano-alemana que pudo haber marcado sus carreras. De aquel film también se repiten los gags de situaciones y personajes, llevados un paso más allá. Los personajes configuran un ecléctico reparto coral, al mostrar cada uno distintas posturas, pero reman juntos intentando desempeñar su trabajo al margen del contexto político, que los acaba salpicando sin ellos quererlo, llevándolos a comprometerse con la trama grupal dejando al margen sus convicciones personales. En base a estas condiciones del elenco, que continúa con Neus Asensi y Loles León como principales alivios cómicos, y al que se suman Javier Cámara y Chino Darín, cada personaje tiene su momento de gloria. Se aprovecha cada ocasión para buscar el esperpento, pero sin por ello perder de vista el trasfondo trágico del relato. 


Si entonces la producción en Alemania servía para huir de la Guerra Civil, ahora, el regreso de la actriz a España, permite a los miembros del elenco, intentar revivir los tiempos en que aún soñaban con un futuro prometedor. Entre los brochazos de contexto político, están diseminadas en la trama referencias a las relaciones bilaterales, como la mención al bloqueo que las majors hicieron al mercado español de agosto del 55 a abril del 58 –lo cual hace confusa la concreción histórica de la película situada supuestamente en 1956- la referencia que Castillo (Santiago Segura) hace a las famosas conversaciones de Salamanca –en las que profesionales y amantes del cine, falangistas y comunistas, se pusieron de acuerdo en el diagnóstico de los problemas y carencias de la cinematografía española, aunque no se plasmaron en soluciones concretas-; o como la presencia en la producción de Jordan Berman (Mandy Patinkin), un guionista blacklisted (víctima de la caza de brujas del senador MacCarthy) que aprovecha el rodaje en territorio europeo, para trabajar lejos de las ya no tan fuertes pero aún presentes presiones institucionales, sin renunciar a su pasado comunista. Al mismo tiempo, se deja claro que el interés de los estadounidenses, es hacer negocio mediante la repatriando fondos bloqueados, al margen del tratamiento de los personajes históricos españolas. La falta de rigor histórico de los mismos en las ‘americanadas’, pero que al mismo tiempo no se aleja de la idealización del pasado propia del franquismo, sirve para prolongar el contraste entre realidad y representación iniciado con La niña de tus ojos. Si allí se mostraba una España folclórica que no se ajustaba a la cotidianeidad contemporánea, ahora es la imagen del pasado histórico la que se desvirtúa, en pos de mayores posibilidades comerciales, de mano del amigo americano.



El contexto de las relaciones bilaterales se ve concentrado en sinécdoques, como el encuentro las concesiones entre el régimen español y Hollywood, para no interferir en las relaciones de Washington con Madrid, esceníficadas en el peculiar encuentro entre Macarena y el generalísimo (interpretado por Carlos Areces); o mostrando el desconocimiento de los estadounidenses sobre el guion de Raza (1949, Sáenz de Heredia) escrito por Franco, película que fue modificada posteriormente como gesto con vistas al acercamiento estadounidense, cambiando el nombre a Espíritu de una raza (1950), sustituyendo las citaciones a la República como mal a extirpar por el Comunismo, y suprimiendo las referencias antiamericanas alrededor de la Guerra de Cuba, dejando claro que España abandonaba en esta década la postura anticapitalista mantenida hasta entonces. Parafernalia inútil a efectos prácticos, pues Hollywood estaba más centrado en buscar supuestos antiamericanos en sus propias filas, lo cual pareciera reducir las diferencias entre las sensibilidades de ambos gobiernos, que con la Guerra Fría encuentraron un punto en común. Las diferencias formales estaban más en la sociedad que en la industria, pues en aquellos años las carteleras de medio mundo mostraban las aireadas faldas de Marilyn Monroe, en La tentación vive arriba de Billy Wilder, mientras España debía esperar casi una década para que pasara la censura. Pero La reina de España se centra en mostrar la realidad de una época en la industria cinematográfica, que resignada buscaba sobrevivir bajo la sombra de Hollywood, y que intentaba mantenerse al margen del contexto social buscando ser una simple evasión para los espectadores, pero terminando salpicada de alguna manera por la colisión con la realidad. Por seguir creyendo en Billy Wilder y por este nuevo homenaje al cine español, gracias Sr. Trueba.
Luis N. Sanguinet




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