Trumbo
MadMax
Dunkirk
(Lenny Abrahamson, 2015)

EL NIÑO EN LA CAVERNA
Element Pictures & No Trace Camping ©2015,
distr. 
Universal Pictures International

“Entonces no hay duda, de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.”
(Platón, La República, VII, 515c)

Una infantil voz en off nos narra su propia historia: el pequeño Jack (Jacob Trembley) y su madre (Brie Larson) fueron las víctimas de uno de los casos que dio la vuelta al mundo hace pocos años: un hombre la secuestró a ella cuando era aún adolescente y la mantuvo encerrada en una habitación para abusarla sexualmente. Fruto de aquellas vejaciones ella daría a luz a Jack, quien le serviría, además de para no volverse loca en un claustro solitario y de mantener vivo su lado humano por medio del contacto personal, para planificar su posible huida. La Mamá no solo tuvo que idear un plan para escapar engañando al ‘viejo Nick’ (Sean Bridgers), cuyo nombre real desconoció en todo momento y al cual nombró así para referirse a él ante su hijo; sino que además dio forma a una particular educación durante el crecimiento de su hijo, permitiéndole creer que el mundo era cuanto había en la susodicha habitación, pero albergando en él las suficientes dudas sobre la supuesta realidad, como para que fuera capaz de arriesgarse para liberar la vida de su madre y la suya propia, sin saber muy bien todavía qué es eso de la libertad.




La única referencia que tiene Jack del mundo externo es una televisión que transmite imágenes, meras copias de los objetos del exterior, cuya existencia desconoce. Como si del mito de la caverna de Platón se tratase, la Mamá ha conseguido que Jack crezca convirtiendo la habitación en su mundo, hasta que en su quinto cumpleaños, momento en que arranca el film, comienza a darle pistas sobre lo que hay allí fuera. Su hijo es lo único que la mantiene, a modo de hilo de Ariadna, con la esperanza de regresar algún día al exterior y la incapacidad del pequeño de concebir el mundo fuera de las cuatro paredes en que se encuentran, la obliga a ingeniárselas para buscar la difícil tarea que plantea, la tarea educativa de explicar un mundo que Jack no es capaz de asimilar en su totalidad. Al respecto de esto, respondía afirmativamente Platón al preguntarse sobre aquel que regresa a la caverna desde el exterior, para hablar con los aún encadenados: “¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión?” (Platón, La República, VII, 517a). Tal como sugería Platón aunque no hablase de niños, los encerrados en la caverna no solo no creerían lo que se les dice del mundo exterior, sino que se burlarían de lo absurdo que les parece tal planteamiento. Además de no mostrarse muy crédulo a lo que oye decir a su madre, Jack no muestra simpatía hacia la idea de que exista un exterior e incluso, como sugería Platón, aun conociendo que existe un ‘afuera’, la primera reacción del liberado es volver a calzarse las cadenas, diciendo literalmente “quiero tener cuatro años de nuevo”. En esos dos espacios delimitados, el afuera y el adentro de la caverna, queda escindido el relato en dos fragmentos iguales.


Las dos mitades del film son el dentro y el afuera de la habitación, con diferentes ritmos narrativos bien marcados, el agobio de los personajes prisioneros da forma a un thriller en su persecución hacia la liberación durante  la primera parte, mientras que las dificultades y controversias de recuperar una vida perdida construye el drama psicológico de la segunda. Podría interpretarse de dos maneras: tenemos dos historias con dos planteamientos, dos nudos y dos desenlaces; o bien entenderse que la transición de dentro hacia fuera no es más que parte del nudo, un nudo que con una agradecible ligereza narrativa se extiende más de lo previsible. Entendiendo el film como dos historias, la segunda dependería de la primera más a la inversa, pero esa salida al exterior entiéndase como cambio de historia o como un nudo prolongado dramáticamente, hace que Room no se quede en un film de liberación física, al estilo de Buried (Rodrigo Cortés, 2010) -donde el encierro un ataúd parecía jugar en contra de la complejidad narrativa- o de 127 Hours (Danny Boyle, 2010) -en la que el desierto no hacía sino aumentar el dramatismo de la inmovilidad del protagonista, por poder ver el amplio espacio que le es negado acceder-. Room va más allá y plantea las dificultades que se le plantean a la mente, que aún tarda en reajustarse, a pesar de que el cuerpo haya sido ya liberado.

Brie Larson, con una caracterización que muestra el paso de los años sin cuidados y atención debidos, fruto de las pobres condiciones en que tiene que sobrevivir junto a su primogénito, le pone rostro al doble trauma: el de no poder vivir su vida, por haber sido alejada de ella y, aún peor, el de no poder vivir su vida, porque esta ya no es exactamente lo que era cuando ella desapareció. Los cambios familiares al reencontrarse con su madre Nancy (Joan Allen) y su padre Robert (William H. Macey), son los suficientes para desubicarla y plantearle nuevos desafíos a los que, tras lo vivido, puede no estar en condiciones de querer afrontar. El hecho es que sin ella, la vida de sus conocidos ha continuado; y la realidad, aquella que describía para convencer a Jack de huir, mencionando el grande y verde jardín de casa de sus padres sobre el que podrían jugar juntos, ya no es como ella la recordaba.


La salida de la habitación plantea dejar atrás las ilusiones, incluidas las mejores esperanzas que la Mamá pudiera albergar. Del mismo modo, sin plantearle tantos problemas debido a su temprana edad, Jack deja atrás sus fantasías para asumir el mundo real, abandonando la idea de su perro imaginario, para sustituirlo por un nuevo perro, uno del mundo real. La televisión es también un elemento fundamental, presente en las dos partes de la historia: si cuando estaban encerrados, las imágenes televisivas a ojos de Jack hacían referencia a objetos que no existían, por no estar presentes en su mundo-habitación; cuando salen libres, la puesta en escena de la entrevista permite a Jack conocer cómo funciona esa caja a la que atribuía propiedades mágicas. Ahora, al otro lado de la pantalla, comprueban como el artilugio se rebela contra ellos, siendo la Mamá víctima de preguntas agresivas, con una periodista que busca un momento televisivo derrumbándola emocionalmente. El ‘ataque’ periodístico metaforiza ese alejamiento que madre e hijo hacen de la dependencia televisiva, al haber renunciado a ser unos espectadores ideales: aquellos sin más pretensiones que continuar consumiendo más televisión, para acabar pensando que allí es donde acontece el mundo real.

“Una vez acostumbrados, veréis infinitamente mejor que los de allí y conoceréis lo que es cada imagen y de qué lo es, porque habréis visto ya la verdad con respecto a lo bello y a lo justo y a lo bueno. Y así la ciudad nuestra y vuestra vivirá a la luz del día y no entre sueños, como viven ahora la mayor parte de ellas por obra de quienes luchan unos contra otros por vanas sombras o se disputan el mando como si éste fuera algún gran bien.”
(Platón, La República, libro VII, 520c)

Cuando Platón usaba su cuento, conocido como el mito de la caverna, lo utilizaba para explicar cómo funciona la capacidad de pensamiento y precisamente por ello, hacía referencia a la educación. Decía que “(…) si esto es verdad, nosotros consideramos (…) que la educación no es tal como proclaman algunos que es (…)” (VII, 528b) refiriéndose a los sofistas. Platón usaba el ejemplo de la caverna para hacer un símil sobre el proceso de la educación, defendiéndolo como un camino que puede recorrer cualquier hombre y no solo quienes reciben el favor de los sofistas, “del mismo modo que si infundieran vista a unos ojos ciegos” (VII, 528c). Por ello es que Room remite tan directamente al cuento que sugirió Platón, pues lo utiliza como ejemplo real, unificando las condiciones del claustro con el de la educación desde una temprana edad. Este film elude la analogía y reúne ambos conceptos: el enclaustramiento y la educación como desengaño.


Luis N. Sanguinet




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