INTERTEXTOS: LOS SANTOS INOCENTES

(Mario Camus, 1984)

La película es una fiel adaptación de la obra homónima de Miguel Delibes. No tanto en el argumento, que sufre varias modificaciones, sino en el espíritu inocente y humilde del campesino servil y explotado que refleja la obra. En los años sesenta, una familia de campesinos españoles cuida de una casa de campo, viviendo en ella a cambio de servir a la familia poseedora de la tierra. Renuncian a vivir sus propias vidas y deben complacer a los dueños de la tierra, cuando éstos acudan a ver el cuidado que están haciendo de las mismas.

Paco el bajo (Alfredo Landa) y Régula (Terele Pávez) forman el matrimonio que compone la familia. Tienen un hijo que aprende a escribir y a hacer matemáticas, gracias a su padre; una hija pequeña con parálisis cerebral; y la hija mayor, Nieves, que será requerida por la familia poderosa para atender labores de hogar. La familia se completa con el hermano de Régula, Azarías (Francisco Rabal), un deficiente mental para el cual la sociedad no tiene un lugar. Tiene costumbres, como orinar en sus manos creyendo así evitar que se le agrieten, que hacen que los ciudadanos del pueblo no quieran contratar sus servicios. El personaje de Azarías es el más inocente de todos. No tiene más fin que cuidar a su pájaro Milana y su limitación no le permite desarrollar labores para ayudar a su familia. La madre de la familia, consciente de la situación de subordinación en la que viven, les exige a sus hijos que sean discretos y no se inmiscuyan en asuntos de la familia a la que sirven. El acomodamiento a este sistema de vida, refrendado por el Estado, es lo que lleva como indicó La Boétie, al olvido de los derechos que les están siendo negados.

“[Caen en] tal olvido de sus derechos que ya será casi imposible despertarlo de su torpor para que vuelva a reconquistarlos”.[1]

El hijo de la familia se siente indignado al ver como su padre, Paco, venera al Señorito Iván (Juan Diego), el hijo de la familia rica. Paco alaba las proezas de caza del señorito y se vanagloria de estar a su lado en sus momentos importantes. Paco considera a Iván como un miembro más de su familia, ha compartido los momentos de su infancia, lo acompaña en sus cacerías y lo alaba en todas sus facetas llegando a profesar, independientemente del trato que recibe de éste, una admiración por el Señorito Iván.

“están fascinados y, por así decirlo, embrujados por el nombre de uno, al que no deberían ni temer (puesto que está solo) ni apreciar (puesto que se muestra para con ellos inhumano y salvaje).”[2]

Así se muestra la servidumbre de Paco, mientras que Iván presume de tenerlo a su servicio, pero no mostrando sentimientos ni nada cercano sino, ostentándolo y exhibiéndolo como una posesión suya. Llega a valorar cualidades como el saber escribir, o el olfatear las aves cazadas para localizarlas rastreándolas, pero al igual que el resto de la familia rica, no se plantea si la familia pobre que acogen vive en condiciones dignas. No tienen en consideración sus preocupaciones ni su forma de vida, e incluso llegan a mofarse del hecho de que unos campesinos sepan escribir. Tal trato es al que la familia de Paco se ha ido acostumbrando a soportar.

“Es la costumbre la que consigue hacernos tragar sin repugnancia el amargo veneno de la servidumbre.”[3]

Cuando la familia rica se lleva a Nieves no le piden permiso a sus padres, sino que directamente imponen esa orden como si fuese su derecho. El Señorito Iván tampoco muestra especial aprecio hacia la familia, pero el cariño que le tiene Paco hace que le veamos más cercano a ellos. Incluso cuando Paco sufre una caída desde un árbol, Iván en un principio le insulta y le exige que se levante, pero luego acaba llevándolo al hospital y preocupándose por su salud.

Finalmente veremos que esa preocupación no es más que por su propia imagen. Se acerca un evento de caza y el Señorito Iván necesita a Paco, el mejor rastreador de aves, para conseguir ser el que más éxito tenga en la caza. Su carácter déspota se muestra al obligar a Paco, aun a riesgo de empeorar su lesión, a acudir al certamen arrastrándose.

“¿Acaso no es vergonzoso ver a tantas y tantas personas, no tan sólo obedecer, sino arrastrarse?”[4]

Aún en esos momentos, Paco se disculpa al señorito por no hacerle ganar y se siente culpable, por no estar en condiciones para cumplir su servicio. La lesión de Paco empeora y vemos el desprecio que la familia poderosa tiene hacia los campesinos. Iván trata con cierto desprecio a Azarías, el cuñado de Paco. Pero la inocencia y deficiencia mental hacen que Azarías ni se percate de la forma de ser del Señorito Iván.

“Las gentes del campo, a quienes pisotean y tratan peor que a presidiarios o esclavos, son, no obstante, más felices y más libres que ellos.”[5]

Estos campesinos parecen con sus ingenuas intenciones en efecto más felices y distraídos, que los avariciosos terratenientes, siempre con preocupaciones en sus tensas conversaciones. En esa ingenuidad es que Paco es más feliz que el Señorito Iván y, en su afecto por él, no es capaz de apreciar su crueldad. Tiene que acabar siendo Azarías, que siente especial aprecio es por los pájaros, quien reacciona cuando su pájara Milana acude a su llamada y el Señorito Iván la mata de un disparo. La única causa de este acto es un arrebato de rabia, causado por la frustración de no haber cazado ningún pato durante la práctica de ese día. La mente de Azarías actúa pasionalmente, vengando la muerte de su pájaro, dejando al señorito Iván colgando estrangulado de un árbol, defendiendo la libertad de aquel animal al que innecesariamente arrebató su vida.