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La teoría del todo (The Theory of Everything) - Descifrando Enigma (The imitation Game)

DUELO DE MENTES BRILLANTES:


Los protagonistas de este duelo de biopics ingleses guardan bastantes similitudes. Ambos presentan a protagonistas británicos de mente brillante, cuyo pensamiento ha sido decisivo para la forma en que entendemos hoy nuestro mundo: a Hawking, por plantear la teoría científica más firme actualmente sobre el origen del tiempo, sobre qué sucesos y fundamentos han hecho posible nuestra existencia; a Turing, por su aporte a los orígenes de la computación, cuyas herramientas envuelven nuestra cotidianeidad actual. Mirando respectivamente así, el primero hacia el pasado y el segundo hacia su futuro. Paradójicamente, del que está vivo en nuestros días se atiende a su teoría sobre el pasado más remoto posible; mientras que del que falleció hace ya casi sesenta años, tenemos una mirada hacia su futuro y todavía el nuestro, una oteada hacia los límites de la informática y las capacidades de las máquinas ‘calculadoras’ para sustituir al hombre en las labores de pensamiento más mecánico y residual.

Pero más allá de algunas similitudes como esas, de ámbito anecdótico y referentes al contenido, estas dos biografías muestran radicales divergencias en sus propuestas tanto estética como narrativa. La fotografía de Descifrando Enigma es oscura, con tonalidades desaturadas, colores grisáceos y opacos, resaltando en todo momento el carácter histórico y la seriedad que debe recibir la época en que se enmarca, coincidiendo la línea narrativa principal con la Segunda Guerra Mundial. Mientras que en La teoría del todo los colores saturados brillan en casi todo momento. Esto permite juegos comparativos entre la ciencia y la cotidianeidad del hogar, como por ejemplo, al asemejar el fuego de la lumbre con la explosión de una estrella a través de la mirada del astrofísico. Con esta apuesta fotográfica, los colores vivos generan una gama de colores que, por su juego con suavidad y brillo según el momento, aportan matices agradables a la vista en cada escena, invitando a disfrutar de la belleza en cada instante. Un agrado que, por momentos, puede resultar empalagoso. Estos recursos estéticos son en muchos momentos explotados espectacularmente y parecen buscan más el deleite visual del espectador, que su interés sobre lo que se está contando. Lo cual, dadas las carencias y debilidades dramáticas de la trama, puede considerarse un alivio.


Precisamente en el apartado narrativo, la estructura de La teoría del todo parece excesivamente endeble, y digo ‘parece’ por algo que retomaré en siguientes párrafos. Hay una consecución de acontecimientos de la vida de Hawking que parecen no jugar más que el papel de dar testimonio de lo que sucedió en la realidad, esa parece ser su única pretensión. Resaltando uno de los pocos artificios llamativos, la obertura del film cae en uno de los mayores tópicos de los últimos años: empezar la película mostrando una escena de una situación bastante avanzada en la trama o, como es el caso, perteneciente a la secuencia final. ¿Por qué el film se abre con Stephen Hawking en una silla de ruedas en la escena final del Buckingham Palace? No digo ya que es algo innecesario, es que además no realiza ningún aporte ni estético ni narrativo. ¿Es tal vez porque funcionó en taquilla a algunas películas como Intocable (2011) y Resacón en las vegas (2009)? Si no es por eso, no me hago una idea de qué lleva a tomar esa decisión, pues todos conocemos que Hawking acaba en una silla de ruedas, y aun no sabiéndolo, la escena inicial no abre ningún interrogante que nos mantenga en vilo ante la posterior reanudación del film que nos lleva al punto inicial de la historia.
Por el otro lado, tenemos en la historia de Turing una estructura más sólida y mucho mejor edificada:
1.    Vemos claramente el objetivo del protagonista, que es descifrar el código de Enigma para interceptar los comunicados nazis. Es su determinación y su capacidad matemática lo que lo implica en la trama, un reto mental al que él mismo no se perdonaría no haber hecho lo posible por formar parte.
2.    Los altibajos de las ‘escaladas’ funcionan en la relación de Turing con su equipo de trabajo, haciendo que se acerque y se aleje de resolver el problema. Conocemos que conocemos que Turing es quien tiene la capacidad de hacerlo y sabemos que lo hará, precisamente porque, aunque el espectador no sepa quién fue Turing, la escena inicial le ha adelantado, de manera narrativamente estratégica, que realizó una proeza con su computador en el que nunca dejó de trabajar. Los problemas que Turing tiene con el resto del equipo ponen en peligro el éxito de su trabajo y, dado que a sus superiores no les cae en gracia, debe ganarse la simpatía y el respeto de sus compañeros para que lo apoyen ante la, más inminente conforme avanza la trama, desmantelación de su proyecto.
3.    Finalmente, la resolución del conflicto va atando y cerrando el resto de subtramas… incluidas las amorosas, asumiendo el protagonista la capacidad de descifrar sus propios sentimientos y asumiendo que vivir una mentira con Joan Clarke (Keira Knightley).

El plano emocional es algo que descompensa la trama, pues resulta difícil dado el dramatismo de la historia tomarse a broma las reacciones del Alan Turing encarnado por Benedict Cumberbatch, que parece sintonizado en una farsa, para de pronto cambiar al registro dramático cuando se siente agredido, sin intencionalidad del personaje en ello. Al parecer es una mente muy ágil con los números pero incapaz de comunicarse fluida y cercanamente con otras personas. Sin embargo lo que lo lleva a entrar en el argumento es un increíble dominio mental sobre el Comandante Dennistone (Charles Dance). Su desafío paralelo es superar esa barrera que le impide relacionarse emocionalmente con facilidad, lo vemos hacerlo puntualmente cuando se encuentra en situaciones límite que determinan los giros dramáticos del guion.

Otro aspecto en el guion es la frecuencia con que se resaltan los leitmotiv que dan forma a la vida de Turing: en reiteradas ocasiones se remite como si subrayándole al espectador para que se percate de la importancia que tiene, a la comprensión hacia las personas que se muestran diferentes y el victimismo en que se sitúa, al ser agredido tanto en el colegio como en el trabajo, donde parece que buscara él mismo generar esa situación con su comportamiento provocador, como esperando que venga un nuevo Christopher a rescatarlo. Tal vez buscar sufrimiento para encontrar a alguien que lo defienda sea un razonamiento que explique su tozudez, pero la incomprensión ante la noción de descanso para comer en el trabajo precipita al personaje a niveles demasiado cómicos para el tono adulto y maduro que intenta mantenerse en el film.

Pero aunque parezca lo contrario, su rigidez emocional no guarda relación con su homosexualidad. Al menos tal como se nos muestra, su comportamiento ya era así antes de manifestar sentimientos por Christopher. Tal vez el hecho de que no hayan testimonios de personas íntimamente cercanas a él, al nivel que lo hizo Christopher, más de lo que lo hicieron sus compañeros de trabajo, es lo que lo ha construido en el mito de una persona incapaz de expresar emociones. Tal vez tenemos los testimonios de las personas que no lo comprendieron ni conocieron realmente. Tal vez, y me permito a modo de licencia el hacerme este planteamiento, al canalizar sus sentimientos exclusivamente hacia la computadora se ha realizado una burda caricatura que, más allá de que pueda ser real o no, o veraz o no, resulta inconsistente en los momentos menos decisivos de la trama, como es el momento de hacer una pausa en el trabajo.

Volviendo con Stephen Hawking, se hace difícil encontrar recursos narrativos que lo impliquen como protagonista a un nivel tan nítido como el que se encuentra en Turing. Aquí vuelvo al ‘parece’ mencionado más arriba, sobre la inconsistencia del argumento, que parece una consecución de escenas fotográficas de una vida, la de Hawking. Se nos lo presenta como tal protagonista desde el comienzo, se aparenta estar siguiendo su carrera, pero esto es aparente. Su teoría del todo no se asemeja en nada con la decodificación de Enigma: no es un problema a resolver. No porque no lo haya resuelto él -ni sabemos si se hará en la vida real-, sino porque en la trama no juega ningún rol. Ni paralela, ni simbólicamente guarda relación el reto de Hawking como astrofísico, con el que asume como padre y esposo. El verdadero conflicto es ese, ser capaz de tener una vida en compañía y construir una familia… pero ni siquiera es algo que dependa en gran medida de él, al menos tal como nos lo presentan en la película, sin entrar en cómo fuera la relación en la vida real. En esta ficción, para Hawking no hay reto a superar: da igual los hijos que tenga. Jugará con ellos sí, pero de atenderlos se encargará su esposa Jane (Felicity Jones) . Si hay alguien que tiene un reto en la película es precisamente Jane, pues todos los giros dramáticos se articulan en torno a ella:
1.  Es ella quien decide asumir la responsabilidad de casarse con Stephen, insistiendo en la subestimación que los demás hacen de ella, cuando el padre del astrofísico le plantea desaparecen de la ecuación familiar. Ella es quien asume ese punto de ataque.
2.    A consecuencia de hacerlo permanece encerrada en la trama, teniendo que soportar cada carga que se le eche encima y renunciando a sus propias inquietudes intelectuales y formación. Incluso cuando su esposo decide confesarle que se está acercando emocionalmente más a otra mujer, con la que comparte más de cerca sus pensamientos sobre física e incluso sobre revistas eróticas, resulta ser ella quien desvela su verdad: les habían dicho que a Stephen le quedaban dos años de vida y ella dio su vida por llenarlos de felicidad y por prolongarlos lo máximo en el tiempo. Lo que no se imaginaba es que le supusiera toda su vida, sin tener tiempo para ella. Si siguieran la relación juntos, para cuando Stephen se muriera, si es que lo hiciera antes que Jane, a ella ya no le quedarían muchas fuerzas para perseguir sus metas personales.
3.    Y por si pudiera parecer que es Stephen quien da un giro final a la historia, yéndose con otra mujer; se deja bien claro que el último punto de giro emocional en la trama lo da ella, al asistir a la iglesia en busca del amor al que había renunciado por su amor a Stephen. Jane vuelve a la iglesia y se reúne con la persona que más le sumó a su vida, después de haber sido ella quien durante todo este tiempo estuviera sumando a la vida de Stephen, sin tener a nadie que a apoyase a ella.

El protagonismo encubierto de Jane es una de las principales losas que este hermoso film se pone a sí mismo. No hay que verlo como la vida de Stephen Hawking, sino como la vida, o la no-vida, de la mujer que decidió dedicarse a cuidarlo. Jugando a caer en la tentación de la infidelidad, es finalmente ella quien es por decirlo de alguna manera, desdeñada, en la relación. Acaba encontrando el amor en la persona con quien antes no pudo estar. Pero hay que destacar el buen papel de Eddie Redmayne interpretando a Stephen que, ayudado por su gran parecido físico y por el mayor grado de conocimiento popular del astrofísico, puede facilitar la comprensión del espectador. Aunque, si no fuera por ser quien es Hawking, la película no tendría el mismo resultado, lo cual es una baza que juega en contra de la historia de Turing, figura denostada y olvidada a pesar de sus logros y avances tecnológicos, por haber cometido el ‘agravio’ de ser homosexual, algo que no estaba entonces bien visto para un héroe de guerra. Con todo, la película se esfuerza en resaltar que si no fue reconocido es porque todas las misiones en que se involucró, fueron de carácter secreto, y que es por la ausencia de documentos explícitamente oficiales que lo acreditaran, que no se le rindieron los debidos honores.

Como última anécdota, dada la nacionalidad de ambos largometrajes, es curiosa la figura de la Reina en las conclusiones para redimir a ambos personajes masculinos. Su visto bueno recibe la categoría de baremo ético, que aprueba las decisiones que tomaron en sus vidas: sin el apoyo de Jane, Hawking tal vez no habría recobrado sus ganas de vivir; sin Turing, los muertos por la guerra habrían sido unos millones más, y eso está por encima de las opiniones que se viertan sobre aspectos personales, sean emocionales o sexuales, que ninguna relación guardaron con su trabajo al servicio del ejército británico. El reconocimiento de la reina perdona y justifica las tragedias, las dos relaciones que no pueden tener lugar, la de Jane y Stephen por cansancioy agotamiento de la pasión, la de Alan y Joan por suponer vivir una mentira.


En definitiva, tenemos en la historia de Turing un drama mejor estructurado pero descompensado por las reiteraciones morales y por los desvaríos de registro que marca el personaje principal. Mientras que en La teoría del todo tenemos una historia romántica, sin grandes ambiciones narrativas y que nos plantea los conflictos emocionales desde un punto de vista enmascarado -el de Jane- y con una propuesta estética bella y deslumbrante. Para hacerle justicia hay que verla como una tragedia romántica, y entender que al igual que para Stepehen la conciliación de la física clásica y la mecánica cuántica plantean un reto que no consigue resolver, el conflicto de la trama es que Jane no consigue conciliar toda una vida como esposa de una persona dependiente, con sus inquietudes personales. Ambos films muestran importantes carencias, pero La teoría del todo las camufla mejor, con una propuesta estética más agradable y con una hermosa secuencia final que quedará para las antologías de la época en que se desarrolló la teoría del big bang.


*Nota final: Para quien piense que La teoría del todo es más propia de haber sido un telefilm, le recomiendo que vea Hawking (2004), el telefilm de la BBC que ya se hizo con Stephen como protagonista y, curiosamente, con Cumberbatch interpretando al astrofísico. Las pretensiones emocionales y estéticas de La teoría del todo cumplen a la hora de adornan una estructura dramática sencilla, mientras que Descifrando Enigma, sin caer en estilismos innecesarios, deja el apartado estético en un plano secundario y se ocupa de construir una trama casi más propia de una novela de detectives. 

Luis N. Sanguinet


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