Warner Bros. Pictures, ©2014

Si el protagonista de varias novelas de Raymond Chandler, Phillip Marlowe, tenía algunos defectos como la falta de orden y planificación, que pulían su encanto y le permitían altas dosis de improvisación para resolver sus casos, en Larry ‘Doc’ Sportello (Joaquin Phoenix), todos esos leves defectos son llevados al límite con resultados contraproducentes. Paul Thomas Anderson firma este relato noir localizado en el final de los años sesenta, en un cambio de página de la reciente historia estadounidense. Con menos dificultad que la novela homónima de Thomas Pynchon, entrar de lleno invita al espectador a realizar un esfuerzo, pues desde la primera escena el relato se muestra desordenado, lo cual intensifica los frutos intelectuales y estéticos de semejante experiencia.

Doc Sportello es un psicodélico detective privado que recibe fumado la visita de su exnovia, Shasta Fay (Katherine Waterston) avisándole del posible secuestro o asesinato de un importante gestor inmobiliario del cual ella es amante. Días después desaparecen sin dejar rastro tanto Shasta como su amante, siendo Doc la única persona en California que posee información para resolver un caso, en el cual hasta el cuerpo de policía parece estar implicado. El único miembro policial que no mira hacia otro lado es el desquiciado teniente ‘Bigfoot’ Bjornsen (Josh Brolin), miembro del sindicato de actores que mendiga papeles de extra en series televisivas, en busca de un reconocimiento que no tiene y cuyas frustraciones paga tomándola con Doc. Esta enrevesada trama no tiene como pudiera parecer un reparto coral como en varios de los trabajos anteriores de Anderson, sino que la historia gira casi exclusivamente, como en There Will be Blood y en The Master, alrededor del actor principal.

Nuestro protagonista muestra audacia en las conversaciones, pero sufre un desfase por el que llega tarde a los acontecimientos que persigue en su caso. Conserva sus tendencias sesenteras, su postura contra el sistema y su inclinación hacia los porros, por lo que también llegará tarde a los setenta. No ha digerido todavía el cambio de década, mientras sus colegas ya se están buscando la vida lejos de los postulados de los hippies, quienes ya son restos del pasado y pertenecen a una década que ha llegó a su fin.

Todo ese desorden y posición antisistema le viene al pelo a Doc para su rol de investigador, que actúa por libre y dado a la improvisación, si no fuera por su inercia a caer en los efectos de algún estupefaciente justo en los momentos de investigación o de negociación claves. En contraste con Phillip Marlowe, además de su falta de affair con las mujeres, nuestro detective hippy se muestra en los momentos clave altamente inseguro, desorientado e inestable. Nunca parece tener controlada la situación e incluso tarda más de la cuenta en percibir las dimensiones y peligros, de la oscura cueva en la que se adentra.

En este despliegue argumental, surge la delirante cuestión de si la extrasensorialidad de los porreros juega a favor o en contra de un detective colocado, que persigue una complejísima trama de policías y narcotráfico. Sin llegar a desvelar nada, podemos afirmar que tal circunstancia puede jugar a favor y en contra al mismo tiempo: los efectos de las drogas llevan a Doc a pasar por alto evidencias, pero también a descubrir detalles casi imperceptibles que lo llevan por el camino correcto hacia la resolución, pero al mismo tiempo él puede no tener ni idea de lo acertado que está en su diagnóstico… esto nos lleva a un escenario en que la intuición de Doc será decisiva para ver si se percata a tiempo de la dimensión y gravedad del caso que solamente él puede resolver.

Con los mencionados y otros más explícitos guiños a las novelas de detectives, Anderson da forma a una sutil parodia del cine negro, cayendo en los tópicos más extravagantes y llevando así el género con sofisticados clichés hacia un socarrón sentido del humor. Esto conlleva que para disfrutar este inteligentísimo film, en primer lugar hay que estar predispuesto en gusto por las novelas o películas de detectives y en segundo lugar, estar preparado para ver algo que no se parece nada a lo visto en el género.

Luis N. Sanguinet